La santidad es responder a la llamada de Dios en cada momento de nuestra vida.
La santidad es seguir los pasos de Cristo acercándonos a los pobres y necesitados.
La santidad es escuchar el clamor del mundo y actuar para paliar un mínimo de dolor.
Los milagros los vemos cada día en las personas que se dan, que se parten y reparten por ayudar a los otros... en los padres que se desgastan por sus hijos, en los trabajadores que realizan su labor con el mayor empeño y dando lo mejor de sí, en las sonrisas de los niños, en el amor de los jóvenes, en las sonrisas ajadas y llenas de recuerdos y experiencias de los ancianos...
Milagro es mirar más allá de lo que ven nuestros ojos, tocar el sufrimiento de los demás y hacerlo nuestro, andar por caminos que otros rechazan por miedo o temor...
Pero hay personas que hacen que la santidad y los milagros sean especialmente significativos. Son aquellos que con su propia vida anuncian un mensaje de Amor incondicional, que no se dejan llevar por los otros y que son valientes para arriesgar hasta su propia vida.
En este mes tenemos el gran ejemplo de Madre Esperanza, la Iglesia nos ha regalado la gracia y la dicha de su Beatificación, un reconocimiento público de todo el bien que Madre Esperanza hizo a lo largo de su vida a tantas personas que se cruzaron con su vida y su mensaje de amor, entre las cuales, por supuesto, me encuentro yo misma.
La santidad es seguir los pasos de Cristo acercándonos a los pobres y necesitados.
La santidad es escuchar el clamor del mundo y actuar para paliar un mínimo de dolor.
Los milagros los vemos cada día en las personas que se dan, que se parten y reparten por ayudar a los otros... en los padres que se desgastan por sus hijos, en los trabajadores que realizan su labor con el mayor empeño y dando lo mejor de sí, en las sonrisas de los niños, en el amor de los jóvenes, en las sonrisas ajadas y llenas de recuerdos y experiencias de los ancianos...
Milagro es mirar más allá de lo que ven nuestros ojos, tocar el sufrimiento de los demás y hacerlo nuestro, andar por caminos que otros rechazan por miedo o temor...
Pero hay personas que hacen que la santidad y los milagros sean especialmente significativos. Son aquellos que con su propia vida anuncian un mensaje de Amor incondicional, que no se dejan llevar por los otros y que son valientes para arriesgar hasta su propia vida.
En este mes tenemos el gran ejemplo de Madre Esperanza, la Iglesia nos ha regalado la gracia y la dicha de su Beatificación, un reconocimiento público de todo el bien que Madre Esperanza hizo a lo largo de su vida a tantas personas que se cruzaron con su vida y su mensaje de amor, entre las cuales, por supuesto, me encuentro yo misma.
Gracias Padre Dios, por darnos a Madre Esperanza, porque sabemos que hace mucho que ella está cerca de ti, y que, desde allá arriba, hoy nos mira con ternura.
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