12 noviembre 2014

JESUCRISTO DISFRAZADO...

El abad de un monasterio se hallaba muy preocupado. Años atrás, su monasterio había visto tiempos de esplendor. Sus celdas habían estado repletas de jóvenes novicios y en la capilla resonaba el canto armonioso de sus monjes. Pero habían llegado malos tiempos: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu. La avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la capilla se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones. El aburrimiento y la apatía habían hecho mella en todos y los monjes no parecían felices.
Un día, decidió pedir consejo, y acudió a un anciano prior que tenía fama de ser hombre muy sabio en su avanzada edad. Emprendió el viaje, y días después se encontró frente al buen hombre. Le planteó la situación y le preguntó:
¿A qué se debe esta triste situación? ¿Hemos cometido acaso algún pecado?
A lo que el anciano prior respondió:
Sí. Han cometido un pecado de ignorancia. El mismo Jesucristo se ha disfrazado y está viviendo en medio de ustedes, y ustedes no lo saben. -Y no dijo más.
El abad se retiró y emprendió el camino de regreso a su monasterio. Durante el viaje sentía como si el corazón se le saliese del pecho. ¡No podía creerlo! ¡El mismísimo Hijo de Dios estaba viviendo ahí en medio de sus monjes! ¿Cómo no había sido capaz de reconocerle? ¿Sería el hermano sacristán? ¿Tal vez el hermano cocinero? ¿O el hermano administrador? ¡No, el no! Por desgracia, él tenía demasiados defectos... Pero el anciano prior había dicho que se había "disfrazado". ¿No serían acaso aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado todos en el convento tenían defectos... ¡y uno de ellos tenía que ser Jesucristo!
Cuando llegó al monasterio reunió a sus monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros. ¿Jesucristo... aquí? ¡Increíble! Claro que si estaba disfrazado... Entonces, tal vez... Podría ser Fulano.. ¿O Mengano? ¿O...? 
Una cosa era cierta: Si el Hijo de Dios estaba allí disfrazado no era probable que pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto, cordialidad, cariño y consideración. "Nunca se sabe", pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, "tal vez sea éste..."
El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante. Todos empezaron a ver en los demás cualidades que antes ni sospechaban. Poco a poco la comunidad fue cobrando nueva vida, todo comenzó a llenarse de amor y los monjes se sentían felices.  Pronto volvieron a acudir decenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden pues se sentían atraídos por aquel estilo de vida, y en la capilla volvió a resonar el jubiloso canto de los monjes, radiantes de aquel espíritu de Amor.

 
Buen mensaje éste ¿verdad?...
Quizá para amar más y mejor sólo haya que esforzarse por reconocer lo mejor de las personas y aprender a valorarlo. Quizá sólo haya que dejar de mirarnos a nosotros mismos y empezar a ver al otro como un verdadero hermano, como la imagen misma de Jesús.

06 noviembre 2014

HASTA EL FONDO DEL LAGO

Érase una vez una mujer muy mala, muy mala, que se murió sin dejar tras ella ni una buena acción. Los demonios la echaron al lago de fuego. Pero el Ángel de la Guarda buscaba sin cesar una buena acción que hubiera hecho para presentarla a Dios. Por fin se acordó de que una vez dio una zanahoria a una mendiga.
Dios le dijo al Ángel:
Coge esa misma zanahoria, que se agarre a ella; si tirando sacas a la mujer del lago, que se vaya al Paraíso; si la zanahoria se rompe, que se quede donde está.
El Ángel le alarga la zanahoria a la mujer y le dice:
Toma, agárrate y no te sueltes.
La mujer empezó a tirar con precaución y ya la había sacado casi, cuando otros pecadores que estaban con ella en el lago comenzaron a agarrarse de ella para que les sacara a ellos también, pero la mujer comenzó a quitárselos de encima diciendo:
La zanahoria es mía, no vuestra.
Nada más decir esto, la zanahoria se rompió y la mujer cayó de nuevo al lago.
 
 
 
 
Nadie se salva solo,
Dios nos salva en comunidad.
Cuida que tu egoísmo
no te hunda
en el fondo del lago.