19 abril 2014

EN LA NOCHE DE PASCUA

En la noche de Pascua, Jesús nos dice:
Vale la pena, la felicidad está ahí,
el amor es la única felicidad, Dios es la única felicidad.

En la noche de Pascua, Jesús nos dice;
No tengáis miedo, aunque a veces llegue el desánimo e incluso la infidelidad;
no tengáis miedo, porque yo estoy con vosotros
y os doy la mano para que sigáis adelante.

En la noche de Pascua, Jesús nos dice:
Propagad mi vida nueva, mi estilo;
ayudad a los que tenéis junto a vosotros a vivir con más amor,
cread a vuestro alrededor -en la familia, en el trabajo, con los amigos, con todos...-
un clima que favorezca el cariño, el desprendimiento,
la preocupación por el bien del otro.



Jesús, en la noche de Pascua,
nos convoca para que vivamos su misma alegría.
Él, muerto por amor,
vive ahora toda la felicidad de Dios.
Y quiere que nosotros la vivamos también,
siendo los testigos y portavoces
de la gran noticia.


ÉSTA ES LA NOCHE DE LA LUZ

Han llegado los días de la Pascua,
las fiestas de la luz y de la vida,
removida la losa del sepulcro,
la noche de la angustia superada.
Han llegado los días de la dicha,
vestidos de blancura y perfumados,
esponjados con el óleo del Espíritu,
vencida para siempre la tristeza.
Las lágrimas en risas florecidas,
-que es tiempo del amor y de las flores-
la risa incontenible, contagiosa,
porque Él era verdad, y cuanto amaba.
Olvidemos las dudas, los temores,
dejemos a los guardias bien dormidos,
salgamos al encuentro del Amado,
encendidos los cirios esponsales.
Luciremos la vida del Espíritu,
sin codicias ni apegos, en pobreza,
optando por los pobres, con ternura,
repartiendo amistad y cercanía.
La vida en libertad, nuestra bandera,
la caridad de Cristo, nuestro signo,
justicia solidaria, la tarea,
la paz y la esperanza, nuestras alas.
Seremos los testigos de la Pascua,
nuestra vida también resucitada,
el triunfo del amor sobre la muerte,
los odios y violencias sepultados.
Que la vida pascual es para darla,
como un pan que se parte en rebanadas,
o el agua de la fuente que no cesa
y crece en la medida que se entrega.
 

EL CAMINO DE LA CRUZ

Jesús lleva la cruz por todos nosotros,
el peso del madero es el peso de nuestros pecados, de nuestras faltas.
Entre ellas podemos contar la injusticia, el ansia de poder, el odio al diferente,
la falta de solidaridad, el desinterés por el hermano.

Que no veamos a Jesús cargando él solo con el madero,
queremos llevar cada uno de nosotros el trozo de cruz que nos pertenece
para así ver que nuestras cruces, y las de los demás,
son menos pesadas si uno no las lleva solo.

Ya avisó Jesús:

“El que no lleve su cruz y se venga en pos de Mí,
no puede ser discípulo mío”

De eso se trata:
de seguir a Jesús en el camino de la cruz.
Pero no un seguimiento de lejos, curioso, superficial.
Queremos seguir a Jesús identificándonos con él,
comulgando en sus sentimientos y actitudes,
bautizándonos en el baño de su dolor y amor.
Una cruz sin amor no es cristiana, un amor sin cruz no es auténtico.
La cruz es el camino de la luz,
es el camino de la opresión y es el camino de la liberación,
es el camino de la muerte y es el camino de la Pascua,
es el camino del dolor y es el camino de la esperanza.
La cruz es una carrera final para dar el salto al más allá.
El camino de la cruz es el que recorrió Cristo,
el que recorren sus verdaderos discípulos,
el que recorre toda la humanidad doliente y esperanzada.
Seguimos a Jesús en su vía crucis
y sólo así descubrimos que Dios nos sigue de cerca
y advertimos que sólo acompañamos a Dios cuando acompañamos al hermano.

EL SOLDADO ROMANO


Aquella noche regresé al campamento bastante afectado. Me había tocado estar en una crucifixión y tenía el estómago revuelto. Quise disimularlo para que nadie lo notara. Mis compañeros parecían haber disfrutado participando activamente en aquella tortura.
Pero yo estaba cansado de ver tanta muerte y tanto sufrimiento inútil.
Desde que salí de Roma, siendo un joven cargado de ideales y sueños de gloria, lo único que había hecho era hacer correr la sangre y las lágrimas de los que se cruzaban conmigo. Y todo ¿para qué? Para que unos pocos privilegiados se creyeran los dueños del mundo, y se sirvieran de ilusos como yo para mantenerlos en su buena vida. Todo para gloria de Roma.
Estaba ya harto de que me utilizaran. Harto de cumplir siempre órdenes, de matar, dominar y pisotear a gente inocente, porque así le interesaba al César y a sus arcas. Aquel viernes de Pascua judía había sido la gota que colmaba el vaso.
Me habían obligado a clavar en la cruz a un hombre inocente. Le conocía de oídas y sabía que era un hombre justo. Sus últimas palabras de agonía se clavaron en mi mente y no dejaban de repetirse una y otra vez...

...“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Pero yo sí sabía lo que hacía, como tantas veces que mataba a gente inocente cumpliendo órdenes. Era un cobarde.
Pasé la noche sin dormir. Al amanecer escapé del campamento para nunca más volver. Me dirigí hacia el desierto para que él fuera el que acabara conmigo. Estuve un par de días vagando sin rumbo fijo, hasta que caí desfallecido esperando mi final. Pero estando en aquel estado tuve una especie de delirio o visión. No sabría cómo explicarlo. Sólo sé que vi ante mí a ese hombre al que yo había crucificado y visto morir en la cruz. Tenía las señales de los clavos en los pies y en las manos. Y me dijo:
—«La paz esté contigo, amigo. Descarga tu pesada culpa sobre mí y recibe mi perdón. Para eso he dado la vida, para que tú puedas vivir de una forma nueva, como hasta ahora nunca lo has hecho. Déjate llevar por el Espíritu que te ha llevado hasta este desierto, y desde ahora, confía en mí. Así descubrirás cuál es la verdadera Gloria que debes perseguir».
Esto es todo lo que recuerdo.
Después, unos camelleros me recogieron del desierto y salvaron mi vida. Pronto me enteré del revuelo que se había formado en Jerusalén, porque algunos decían que aquel crucificado había resucitado, Dios le había devuelto a la Vida.
Me quedé sin habla.
No fue entonces un delirio lo que tuve en el desierto. Era verdad. Aquel que yo mismo había crucificado, vino al desierto para encontrarse conmigo y hablarme de Paz y Perdón. Una gran alegría invadió mi corazón. Yo mismo era testigo de todo aquello que decían. Era verdad; el Dios de los judíos lo había resucitado. Y no sólo eso; de alguna manera también me había resucitado a mí. Porque yo estaba muerto, aplastado por el peso de mi culpa, sin posibilidad de seguir viviendo por la enormidad de mi delito; y sin embargo, me había regalado la Paz y el Perdón, haciéndome participar gratuitamente de su Nueva Vida Resucitada.
Desde aquel momento, mis pasos se dejaron guiar por ese Dios; el único Dios que habitaba en mí, el que al resucitar a Jesús también me resucitó a mí. Y los que ahora se cruzaban conmigo en el camino de la vida, ya no derramaban más lágrimas ni sangre porque una Nueva Vida había comenzado en mí.
 
* * * * *
 
Este breve relato me hace reflexionar sobre cómo la sociedad de hoy nos manipula también a nosotros de muchas maneras, nos empuja y obliga a hacer cosas que, sin darnos cuenta, terminamos haciendo sin pensar. Pensemos sobre cuáles son nuestros ideales, los sueños de gloria o triunfo que perseguimos, por qué creemos que esos sueños y no otros serán los que verdaderamente nos hagan felices; y por último qué es lo que nos ciega, qué nos impide ver realmente el mal que podemos estar causando a otros o incluso a nosotros mismos.

18 abril 2014

LA CRUZ: UNA ACTITUD


* * * * *

La Cruz
nos recuerda la actitud
de entregarlo todo,
de abrir los brazos
sin retener nada.

 
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17 abril 2014

COMO YO OS HE AMADO

Nadie os ha amado, así, con mi amor;
ni el amor de vuestros padres es tan fuerte como el mío,
ni el amor de los amigos es tan limpio como el mío,
ni el amor enamorado es intenso como el mío.

Os he amado con respeto, principio de todo amor,
os he amado con ternura, el amor hecho flor,
os he amado con pasión, un fuego siempre vivo.
Yo os he amado con el amor de mi Padre,
amor inmenso, sin medida, una tormenta,  un big-bang de amor.
Nada os pido a cambio, sino que os dejéis amar,
que no queráis estar solos, vivir a la intemperie, caminar por vuestra cuenta.
Venid a mí, a la sombra de mis alas, permaneced en mi amor,
que vuestra vida florezca;
que os sepáis ayudar y perdonar setenta veces siete;
que sepáis perder para que el otro gane;
que sepáis bajar para que el otro suba;
que sepáis morir para que el otro viva... 

 como yo os he amado...

Id incendiando el mundo con vuestras hogueras entrañadas.

ESTAR, PERMANECER...

Y para ser, estar...
Lo que huye no existe.
Lo que pasa fugaz no será propio nunca,
ni nunca se dará a lo eterno absoluto.
Para ser de verdad, estate ahí, en tu sitio, en tu raíz.
¡Jamás te disperses en rumbos que no te acogerán!
Marta salió al camino, María aguardó en paz.
Hay días de silencio, gozosos de esperar,
y días en que el cielo entero se nos da.
Para ser, entregarse;
para entregarse, estar en la cena de Pascua,
de pie, sin buscar más.
 

06 abril 2014

NO HAY LUGAR PARA LA MEDIANÍA

"Pensemos mucho en el amor que Jesús nos tiene,
pues creo que la falta de consideración de este amor de Jesús,
es la causa de que quedemos en esta medianía.
No habría alma que le resistiese
si pensase en este amor"
Madre Esperanza


Las palabras de Madre Esperanza siempre nos llegan como dardos al corazón... y es que es cierto, si realmente fuésemos conscientes del Amor que Jesús nos tiene y cómo nos sostiene en sus brazos, no podríamos quedarnos indiferentes de ningún modo ante las situaciones de dolor que otros sufren, ya que lo que gratis recibimos, gratis tendríamos que darlo, porque el amor es así... siempre altruista y generoso.